Como hemos dicho recientemente, todas estas agrupaciones comparten su adhesión a ciertos valores institucionales básicos. Rechazan cualquier proyecto populista que pretenda reformar la constitución y debilitar la división de poderes y el Estado de Derecho clásicos, y ambos están resueltos a que se investiguen los delitos cometidos durante la era kirchnerista.
Pero -como también dijimos hace poco-, se trata de una convivencia difícil, a causa de sus distintas visiones sobre la economía y la política, que continúan repercutiendo sobre el funcionamiento del gobierno.
Para el macrismo la economía va a mejorar y la gente se va a dar cuenta.
Para la concepción económica del macrismo, -inspirada en las teorías desarrollistas adoptadas por el gobierno de Frondizi - la función del estado consiste en asegurar las condiciones para el desarrollo. Esto incluye básicamente dos grandes políticas: sanear las cuentas públicas, para que el estado no tenga déficit y, de esa manera, poner fin a la inflación y al endeudamiento, -para eso es que, por ejemplo, han buscado reducir el gasto público y restringir los subsidios a la electricidad o al gas natural- y modernizar las infraestructuras del país, para poner en condiciones el transporte publico de pasajeros y la logística de cargas en esa línea están sus proyectos por ejemplo el megatúnel llamado Paseo del Bajo o la modernización ferroviaria y vial-.
Para el macrismo inspirado en las teorías sociológicas norteamericanas hacer política es sintonizarse con los reclamos de la sociedad: consideran que la gente común entiende mejor la realidad que los intelectuales -a los que consideran cargados de prejuicios ideológicos- y por eso aprecian la importancia de los timbreos y las encuestas -de ahí la constante atención que Macri presta a los diagnósticos de su asesor Jaime Durán Barba-.
Entonces, su lectura de la realidad es que el recrudecimiento de la crisis económica desde abril de 2018 fue básicamente la consecuencia circunstancial del fracaso de la cosecha que el auxilio del Fondo Monetario Internacional permitió capear ese temporal, que las políticas de reducción del gasto publico y recortes de subsidios van a permitir controlar la inflación a partir de la segunda mitad del año, que las nuevas infraestructuras viales y ferroviarias crearan mejores condiciones para la economía, que el público percibirá esas mejorías y ratificara el mandato del presidente Macri y los inversores estarán más dispuestos a iniciar proyectos en este nuevo escenario.
Por el contrario, para los radicales y los seguidores de Elisa Carrió, la economía ha fracasado y la gente no valorará la lucha contra la corrupción y los avances institucionales.
En la concepción económica que predomina en el radicalismo y los demás miembros de la coalición, -inspirada en las teorías Keynesianas- la función del estado es mantener la actividad económica. Son partidarios de que el estado mantenga múltiples políticas para proteger y estimular a la pequeña y mediana empresa, activar el mercado interno y el poder adquisitivo del salario -por eso se opusieron públicamente a la quita de subsidios a las tarifas eléctricas y de gas y las calificaron como “tarifazo” y Carrió se indignó con la propuesta macrista de achicar los gastos de los legisladores-.
Para radicales y seguidores de Elisa Carrió -fieles en esto a las ideas de los filósofos políticos antiguos- hacer política es concientizar a la sociedad: creen que la gente no comprende las situaciones complejas y necesita ejemplos morales y orientaciones intelectuales -por eso insisten en la importancia de que el gobierno debe comunicar a la sociedad y explicar sus medidas-.
Por eso su lectura de la realidad es que el recrudecimiento de la crisis económica es el fracaso definitivo de sus políticas de reducción del gasto y quita de subsidios que impulsó el gobierno de Macri, que la recesión se va a profundizar, que los problemas sociales consiguientes van a hacer que la gente no valore la importancia de la lucha contra la corrupción que se ha estado encarando, que en estas condiciones, Cambiemos perderá las elecciones de octubre y existe el riesgo de volver a una experiencia populista.
La consecuencia de estas tensiones será que, aunque lo más probable sea que la coalición se va a mantener, sus conflictos harán más lenta la recuperación económica.
Como adelantamos recientemente, lo más probable es que la coalición Cambiemos mantendrá su unidad. Macristas, radicales y seguidores de Elisa Carrió son conscientes de que se necesitan mutuamente, el radicalismo aporta su extenso aparato partidario, el macrismo aporta la convocatoria de votos que han demostrado Macri, Rodríguez Larreta y Vidal, y Carrió aporta su prestigio entre un núcleo duro de votantes urbanos. Saben que su división favorecería las posibilidades de los proyectos populistas del kirchnerismo que tanto les importa enfrentar. No parece probable que la próxima convención radical se arriesgue a quebrar la coalición, por muy fuertes que sean sus criticas a Macri.
La primera consecuencia de semejante diversidad de visiones ha sido las dificultades de comunicación y entendimiento entre los miembros de la coalición oficialista. Los radicales y Carrió piensan que Macri y su núcleo intimo no saben hacer política, que son unos gerentes de empresa fríos y tecnocráticos, son los que a través de sus periodistas allegados lanzan dardos contra lo que llaman despectivamente “el duranbarbismo” o el “marcospeñismo”. Los integrantes del circulo intimo del presidente relativizan esas criticas, aunque no son partidarios de difundir públicamente sus criticas a sus aliados: están convencidos de que las ideas económicas de sus aliados son las mismas ideas que hicieron fracasar durante el kirchnerismo y relativizan la supuesta sapiencia política de radicales y cívicos, recordando que hasta la aparición del Pro, sus actuales aliados no superaban el quince por ciento de los votos.
El resultado de esta difícil convivencia ha sido el tan manido gradualismo que caracterizo los primeros tres años de la gestión macrista: instrumentar el saneamiento de las cuentas publicas de manera lo suficientemente gradual como para no irritar a sus socios radicales y su consecuencia mas obvia es que el control de la inflación y la creación de mejores condiciones para la radicación de inversiones reales se irán estableciendo con la misma gradualidad con que se puedan aplicar las medidas que las aseguran.
Por: Gregorio Halaman es abogado y analista conductual, profesional principal del Programa de Instituciones Políticas Fundamentales adscripto al Instituto de Investigaciones Jurídicas y Sociales “Dr.Ambrosio L. Gioja” UBA-CONICET, investigador principal del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad del Salvador y profesor adjunto de Teoría del Estado en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires.
Por : Gregorio Halaman es abogado y analista conductual, profesional principal del Programa de Instituciones Políticas Fundamentales adscripto al Instituto de Investigaciones Jurídicas y Sociales “Dr.Ambrosio L. Gioja” UBA-CONICET, investigador principal del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad del Salvador y profesor adjunto de Teoría del Estado en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. Desde hace más de treinta años es analista político para consultoras nacionales y extranjeras, para las que ha realizado más de trecientos informes de coyuntura.